"La Humanidad no encontrará la paz hasta que no se vuelva con confianza a mi Misericordia" (Diario de Sor Faustina, 300)

lunes, 12 de noviembre de 2012

San Alfonso Ma. de Ligorio y la Misericordia de Dios 2/2


"Dios sigue llamando a los ingratos. Dios demuestra su misericordia hacia el pecador, llamándolo a penitencia. Pecó Adán y Dios lo llamó como un Papá a un hijito perdido, diciéndole: "Adán, Adán ¿donde estas?" (Gn 3, 9) Lo mismo ha hecho Dios contigo muchas veces. Tú huías de Dios y Dios te seguía buscando y llamando. Y te llamaba con santas inspiraciones, con remordimientos, con buenas lecturas o sermones, o con la muerte de algún ser querido o con algún grave sufrimiento. Dios podría decirle al pecador las palabras del Salmo 68: "He estado llamando continuamente. Tengo ronca la garganta de tanto gritar." Y Santa Teresa nos recuerda: "Ese que ahora te llama suplicante para que vuelvas a su amistad, será el mismo que un día te juzgará y te dictará la sentencia para toda la eternidad." 
¿Cuantas veces, cristiano, te hiciste sordo ante el Dios que te llamaba? Bien merecías que ya no te volviera a llamar más, pero El te sigue llamando porque desea salvar tu alma y llevarte al cielo y que vivas en paz con El. ¿Y quien es el Dios que te llama? "Es Nuestro Señor, el grande y todopoderoso; el que cuenta el número de las estrellas y a cada una la llama por su nombre. Es el Dios Sapientísimo cuya sabiduría no tiene medida." (Salmo 146) ¿Y quien eres tu? "Un ser debil y de pocos años, demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes". (Sab. 9.3) ¿Y para que será que te llama Dios? El profeta Ezequiel te responde: "Dios te llama para que te conviertas y tengas verdadera vida" (Ez. 18,32) y Nuestro Señor sigue diciéndonos: "Yo juzgaré a cada uno según su conducta. Convertíos, dejad vuestra vida de pecado. Que cada uno se aparte de sus maldades y de las ocasiones de hacer el mal. Que cada cual trate de formarse un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por que querer perecer y terminar mal, pueblo mío?" (Ez. 18,31).  
Cada vez que cometemos un pecado grave echamos a Dios de nuestra alma. Pero El, ¿qué hace? "He aquí que estoy a la puerta y llamo" (Ap 3,20) Es lo mismo que dijo San Pablo con aquella su hermosísima frase: "Les rogamos por Cristo que cada uno haga lo posible por reconciliarse con Dios." (2 Cor. 5,20) Lo cual comenta San Juan Crisóstomo diciendo: "Es el mismo Cristo que nos está rogando. ¿Y qué es lo que nos ruega? Que nos reconciliemos con Dios. Así que lo que El no quiere jamas ser nuestro enemigo, aunque nosotros no dejamos de portarnos como si fuéramos enemigos de El". 
Y lo más simpático de todo esto es que no es el pecador el que tiene que tomar la iniciativa y esforzarse por obtener que Dios se mueva a reconciliarse con El, sino que es el mismo Dios quien está más interesado en esto, y basta que el pecador se resuelva a aceptar la amistad divina, para empezar ya a concederles la verdadera felicidad. ¿Por qué querer perderse lejos de Mi? Y nosotros deberíamos decirle con el Salmo 8: "¿Qué es el ser humano para que te acuerdes de él? O con el Santo Job: "Señor, es que acaso el ser humano vale tanto para que te ocupes con cuidado de él y pongas, en él tu corazón?" Job 7,17 Señor: aqui tienes a un ingrato(a) que muchas veces ha huído de tu santa amistad. Te llamo Padre, porque así nos dijo tu Hijo Jesús que te agrada que te llamemos. Pero tengo que reconocer que cuanto más bondadoso te has mostrado conmigo, más ingrato me he mostrado yo contigo. Por esa misma bondad que te movió a no abandonarme cuando me alejaba de Ti, acéptame ahora que quiero vivir en tu santa amistad. Concédeme oh Jesús un gran arrepentimiento de todas mis faltas y devuélveme tu total amistad. Quiero detestar y aborrecer todas las ofensas que le he hecho a mi buen Dios. Por la agonía y las angustias que sufriste en el Huerto de Getsemaní te suplico que yo logre aljear de mi corazón todo afecto que me aparte de la amistad con Dios. Jesús mío: yo quisiera amarte por sobre todas las cosas. Concédeme fuerza para lograrlo. Oh María, Madre de misericordia: compadecete de mí y ruega por mí a Dios". 

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