"La Humanidad no encontrará la paz hasta que no se vuelva con confianza a mi Misericordia" (Diario de Sor Faustina, 300)

martes, 26 de julio de 2016

Jesús es la Misericordia Divina y también la Justicia Divina


         Cuando se contempla la imagen de Jesús Misericordioso, se contempla a la Misericordia Divina en sí misma, porque Jesús es el Amor misericordioso de Dios encarnado, hecho carne, hecho hombre, y esto para que el hombre no piense en la Misericordia de Dios como si fuera algo abstracto, algo que no se puede ver ni sentir. Contemplar a Jesús Misericordioso y escuchar su voz –es una manera de decir, porque no lo escuchamos, sino que en realidad, leemos lo que Él le dijo a Santa Faustina-, es contemplar y escuchar la voz de la Misericordia de Dios, de manera tal que el hombre no puede ya decir: “¿Dónde está Dios? ¿Dónde está su misericordia? ¿Cómo es la misericordia de Dios?”, porque todas esas preguntas se responden con la contemplación de la imagen de Jesús Misericordioso.
         Ahora bien, esto es una gracia, que no está al alcance de todo el mundo, porque es un hecho que está reservada a los fieles de la Iglesia Católica. ¿Y qué sucede con aquellos que no pertenecen a la Iglesia Católica? ¿De qué manera conocerán la Divina Misericordia? Lo harán a través de los católicos devotos de Jesús Misericordioso, pues ellos tienen encomendada  la tarea –inexcusable- de ser imágenes vivientes de la Divina Misericordia para con el mundo. En otras palabras, Jesús no se aparecerá de nuevo como lo hizo con Santa Faustina Kowalska, sino que se hará presente –Él quiere hacerlo- a través de sus discípulos, los bautizados en la Iglesia Católica, que deben mostrar, por medio de las obras de misericordia, corporales y espirituales, que la Divina Misericordia no es una mera imagen, sino que se ha encarnado en los hijos de Dios. Esto es así, porque “quien recibe misericordia”, debe “dar misericordia”, y como la misericordia es la disposición a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenas, el cristiano puede y debe comunicar y transmitir la Divina Misericordia, a través de las obras de misericordia corporales y espirituales, prescriptas por la Iglesia.

         Si alguien hace caso omiso de esto, es decir, no obra la misericordia con los demás según su deber de estado, no recibirá de Jesús su Amor misericordioso, sino su Justicia Divina: “Antes de venir como Justo Juez, abro de par en par la puerta de mi misericordia. Quien no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia (Diario, 1146)”. Jesús es la Misericordia Divina encarnada, pero también es la Justicia Divina encarnada.