"La Humanidad no encontrará la paz hasta que no se vuelva con confianza a mi Misericordia" (Diario de Sor Faustina, 300)

jueves, 8 de noviembre de 2012

El perdón, en la misericordia de Dios 3/3



Si nosotros hoy nos sentimos mal por como hemos llevado nuestra vida, solo hemos de repasar las vidas de tantos santos que en su vida pasada fueron grandes pecadores, pero se arrepintieron, pidieron perdón a Dios, se perdonaron a sí mismos por amor a Dios, y en despues de su conversión llevaron una vida ejemplar.

A este respecto nos dice Nuestro Señor: "Que los más grandes pecadores [pongan] su confianza en Mi misericordia. Ellos más que nadie tienen derecho a confiar en el abismo de Mi misericordia. Hija Mía, escribe sobre Mi misericordia para las almas afligidas. Me deleitan las almas que recurren a Mi misericordia. A estas almas les concedo gracias por encima de lo que piden. No puedo castigar aún al pecador más grande si él suplica Mi compasión, sino que lo justifico en Mi insondable e impenetrable misericordia. Escribe: Antes de venir como juez justo abro de par en par la puerta de Mi misericordia. Quien no quiere pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia..." (Diario 1146)


"A ti y a todos que proclamen esta gran misericordia Mía. Yo mismo los defenderé en la hora de la muerte como Mi gloria aunque los pecados de las almas sean negros como la noche; cuando un pecador se dirige a Mi misericordia, Me rinde la mayor gloria y es un honor para Mi Pasión. Cuando un alma exalta Mi bondad, entonces Satanás tiembla y huye al fondo mismo del infierno." (Diario 378)


"Cuanto deseo la salvación de las almas. Mi queridisima secretaria, escribe que deseo derramar Mi vida divina en las almas humanas y santificarlas con tal de que quieran acoger Mi gracia. Los más grandes pecadores llegarían a una gran santidad si confiaran en Mi misericordia. Mis entrañas estan colmadas de misericordia que está derramada sobre todo lo que he creado. Mi deleite es obrar en el alma humana, llenarla de Mi misericordia y justificarla. Mi reino en la tierra es Mi vida en las almas de los hombres. Escribe, secretaria Mía, que el director de las almas lo soy Yo Mismo directamente, mientras que indirectamente las guío por medio de los sacerdotes y conduzco a cada una a la santidad por el camino que conozco solamente Yo." (1784)


"Secretaria Mía, escribe que soy más generoso para los pecadores que para los justos. Por ellos he bajado a la tierra... por ellos he derramado Mi sangre; que no tengan miedo de acercarse a Mí, son los que más necesitan Mi misericordia." (1275)


Consideremos por ejemplo la vida de San Agustín, de San Pablo, de tantos santos que fueron muy pecadores y al convertirse lo hicieron de verdad, de corazón y confiaron totalmente en Dios. Como la historia de Santa María Magdalena. Una perfecta pecadora, que inicialmente lavó, besó y ungió los pies de Jesús por contrición; y después de su muerte, por devoción. A pesar de los pecados que había cometido, amaba tanto a Jesús, que se quedó con Su Madre María durante la crucifixión (Cfr. Jn 19,25). No fueron Pedro o su amado discípulo Juan, quienes llegaron primero a la tumba y quienes anunciaron la Resurección, no, ¡fue María Magdalena! ¡Qué gran esperanza debe darnos ese suceso!

Todos conocemos la historia del hijo pródigo, relatada por San Lucas en el capítulo 15, versículos 11-32. Todos hemos pasado por experiencias en la vida en las que nos hemos equivocado y nos podemos identificar con el hijo pecador, así como con nuestra propia necesidad de arrepentimiento.
El saber que el Padre es Amor y Misericordia, nos puede dar mucha seguridad, ya que sabemos que Él nunca nos rechazará cuando le roguemos misericordia. A lo largo de nuestras vidas, a veces nos vemos en situaciones en las que nos tenemos que humillar y pedir perdón a un amigo. Pero en ocasiones, no somos el que se arrepiente, sino más bien el inocente que pasaba por ahí.
Actuamos como el hermano mayor, enojados por la atención que recibió el menor, especialmente porque se ha matado al ternero gordo y se le ha puesto la túnica más costosa. Murmuramos: “Yo nunca hice lo que él, y nunca me has dado un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.”
¿Alguna vez has visto con desdén a algún pecador arrepentido, sospechando que su conversión es una farsa y careciendo del perdón de tu corazón, te has preguntado porqué toda la atención no ha sido dirigida más bien hacia ti? La envidia del hermano mayor es tan frecuente en la sociedad de hoy.... Deberíamos regocijarnos cuando un hijo pródigo regresa, sin importar si él ó ella fue un asesino, un alcohólico, o un amigo orgulloso y arrogante, o una hija rebelde y conflictiva. Finalmente, hay momentos en nuestra vida en los que estamos llamados a ser el padre amoroso, listos para perdonar y abrazar a aquellos a quienes nos han herido. Sabemos lo que tenemos que hacer ¡pero es tan dificil!
El perdón es un acto de la voluntad, no es un sentimiento. No borra los recuerdos, pero al hacer un esfuerzo por perdonar, aún cuando no podamos personalmente pedir perdón a nuestro prójimo, empieza un lento proceso de sanación, curando nuestras heridas interiores más profundas. Comenzamos a andar el “largo y sinuoso” camino para estar en buena salud espiritual, psicológica y emocional. En virtud de que hemos cometido pecado, podemos entender el dolor del otro, y nuestras heridas nos permitirán ser un vehículo y una fuente de sanación, un icono de misericordia, irradiando amor hacia los demás.
Luchemos por esa paz interior; ya que no podremos estar en paz si estamos enojados, ansiosos o desanimados. Abramos nuestros corazones a la efusión de los rayos del Amor Misericordioso de Cristo, ya que todos queremos conocerlo de una manera más profunda. Debemos perdonar a aquellos que nos han ofendido, incluso a nosotros mismos, ya que este acto abre la puerta a Su Divina Misericordia, hace que nuestros corazones de piedra puedan absorber los rayos de la Sangre y del Agua que brotaron de Su Corazón traspasado.

Autor: Bryan S.Tatcher, Apóstoles Eucarísticos de la Divina Misericordia.
Libro: La Divina Misericordia una forma de Vida

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