Ahora comprendo bien que lo que une mas estrechamente el alma a Dios es negarse a sí mismo, es decir, unir su voluntad a la voluntad de Dios.
Esto hace verdaderamente libre al alma y ayuda al profundo recogimiento del espíritu, hace livianas todas las penas de la vida y dulce la muerte. (D. 462)
Con igual disposición recibo la alegría y el sufrimiento, la alabanza y la humillación; recuerdo que la una y la otra son pasajeras.
¿Qué me importa lo que digan de mí? Ya hace mucho he renunciado de todo lo que concierne a mi persona.
Mi nombre es hostia, es decir, victima, pero no en la palabra sino en la acción, en el anonadamiento de mi misma, en asemejarme a Ti en la cruz, oh Buen Jesús y Maestro mío. (D. 485)
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