"Terminada la homilía, no esperé el final del oficio, por que tenia prisa para volver a casa. Al dar yo algunos pasos, me cerraron el camino toda una multitud de demonios que me amenazaron con terribles tormentos, y se dejaron oír las voces: Nos has quitado todo por lo que habíamos trabajado tantos años.
Cuando les pregunté: ¿De donde llegan en tal multitud? Estas figuras malignas me contestaron: De los corazones humanos, no nos molestes."
"Viendo su tremendo odio hacia mi, entonces pedí ayuda al Ángel Custodio y en un solo momento apareció la figura luminosa y radiante del Ángel de la Guarda que me dijo: No tengas miedo, esposa de mi Señor, estos espíritus no te van a hacer ningún mal sin su permiso.
Los espíritus malignos desaparecieron en seguida y el fiel Ángel de la Guarda me acompañó de modo visible hasta la casa misma. Su mirada era modesta y serena, y de la frente brotaba un rayo de fuego. Oh Jesús, desearía fatigarme y cansarme, y sufrir durante toda la vida por este único momento en que vi Tu gloria, Señor, y los beneficios de las alma" (D. 418-419)
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