"Ahora ya no me da amargura cuando padezco un sufrimiento, ni tampoco las grandes consolaciones me exaltan; se han adueñado de mi la paz y el equilibrio del espíritu que proviene del conocimiento de la verdad.
¿Qué me importa vivir rodeada de corazones enemigos, si tengo la plenitud de la felicidad en mi alma?
O también, ¿a qué me ayudará la bondad de otros corazones, si no tengo a Dios en mi interior?
Teniendo a Dios en mi interior, ¿quién puede perjudicarme de algún modo?"
(D. 455)
No hay comentarios:
Publicar un comentario