"Cuando conté algunas de estas cosas al confesor, me dijo que podían venir verdaderamente de Dios, pero también podían ser ilusiones.
Como se trasladaba a menudo, no tenía a un confesor permanente, además tenía una dificultad increíble [en] explicar estas cosas.
Rezaba con ardor que Dios me diera esta enorme gracia de tener al director espiritual. La recibí solo después de los votos perpetuos, cuando fui a Vilna. Es el Padre Sopocko. Dios me permitió conocerlo primero interiormente, antes de venir a Vilna." (D. 34)
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