"La Humanidad no encontrará la paz hasta que no se vuelva con confianza a mi Misericordia" (Diario de Sor Faustina, 300)

sábado, 20 de diciembre de 2014

La prueba de las pruebas, El abandono absoluto – la desesperación. 2/3


"Ahora ya empiezo a sentir la falta de las fuerzas físicas y ya no llego a cumplir las tareas.

Ya no puedo ocultar los sufrimientos: aunque no digo ni una palabra de lo que sufro, no obstante el dolor que se refleja en mi rostro, me delata y la Superiora ha dicho que las hermanas vienen a ella y le dicen que cuando me ven en la capilla, sienten compasión por mi, tan espantoso es el aspecto que tengo. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, el alma no es capaz de ocultar este sufrimiento".

"Jesus, solo Tu sabes como el alma gime en estos tormentos, sumergida en la oscuridad, y con todo eso tiene hambre y sed de Dios, como los labios quemados [tienen sed] del agua. Muere y aridece; muere de una muerte sin morir, es decir no puede morir.
Sus esfuerzos son nada; esta bajo una mano poderosa.  Ahora su alma pasa bajo el poder del Justo. Cesan todas las tentaciones externas, calla todo lo que la rodea, como un moribundo, pierde la percepción de lo que tiene alrededor, toda su alma esta recogida bajo el poder del justo y tres veces santo Dios. Rechazada por la eternidad.

Este es el momento supremo y solamente Dios puede someter un alma a tal prueba, porque sólo Él sabe que el alma es capaz de soportarla. Cuando el alma ha sido compenetrada totalmente por este fuego infernal, cae en la desesperación. Mi alma experimentó este momento cuando estaba sola en la celda.

Cuando el alma comenzo a hundirse en la desesperación, senti que esstaba llegando mi agonía, entonces cogí un pequeño crucifijo y lo estreché fuertemente en la mano; sentí que mi cuerpo iba a separarse del alma y aunque deseaba ir a las Superioras, no tenia ya las fuerzas fisicas, pronuncie las ultimas palabras, confío en Tu misericordia, y me parecio que había impulsado a Dios a una ira aun mayor, y me hundí en la desesperación, y solamente de vez en cuando de mi alma irrumpía un gemido doloroso, un gemido sin consuelo. El alma en la agonía. Y me parecía que ya me quedaría en ese estado, porque no habría salido de él con mis propias fuerzas.

Cada recuerdo de Dios es un mar indescriptible de tormentos, y sin embargo hay algo en el alma que anhela fervientemente a Dios, pero a ella le parece que es solamente para que sufra mas. El recuerdo del amor con el que Dios la rodeaba antes, es para ella un tormento nuevo. Su mirada la traspasa por completo y todo ha sido quemado por ella en su alma. (D. 100-101)

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