"En aquel momento vi a Jesús de Cuyo Corazón salían los dos mismo rayos y me envolvieron toda. En aquel mismo instante desaparecieron mis tormentos.
Hija Mía, dijo el Señor, has de saber que lo que has pasado ahora, es lo que eres por ti misma; y sólo por fuerza de Mi gracia eres participe de la vida eterna y de todos los dones que te concedo generosamente.
Y con estas palabras del Señor ha venido un verdadero conocimiento de mi misma. Jesús me enseña una humildad profunda y al mismo tiempo una confianza absoluta en Él.
Mi corazón está reducido a cenizas, a polvo y aunque toda la gente me despreciara, lo consideraría una gracia también. Siento y estoy profundamente convencida de ser una nulidad, de que las verdaderas humillaciones serán mi alivio" (D. 1559)
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