"La Humanidad no encontrará la paz hasta que no se vuelva con confianza a mi Misericordia" (Diario de Sor Faustina, 300)
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martes, 10 de septiembre de 2013

Yo, Sor Faustina, por orden de Dios, estuve en los abismos del infierno para hablar a las almas y dar testimonio de que el infierno existe



"Hoy he estado en los abismos del infierno, conducida por un ángel.

Es un lugar de grandes tormentos, ¡qué espantosamente grande es su extensión!

Los tipos de tormentos que he visto: el primer tormento que constituye el infierno, es la pérdida de Dios;

el segundo, el continuo remordimiento de conciencia;

el tercero, aquel destino no cambiará jamas;

el cuarto tormento, es el fuego que penetrará al alma, pero no la aniquilará, es un tormento terrible, es un fuego puramente espiritual, incendiado por la ira divina;

el quinto tormento, es la oscuridad permanente, un horrible, sofocante olor; y a pesar de la oscuridad los demonios y las almas condenadas se ven mutuamente y ven todos el mal de los demas y el suyo;

el sexto tormento, es la compañía continua de Satanás;

el séptimo tormento, es una desesperación tremenda, el odio a Dios, las imprecaciones, las maldiciones, las blasfemias.

Estos son los tormentos que todos los concondenados padecen juntos, pero no es el fin de los tormentos. Hay tormentos particulares para distintas almas, que son los tormentos de los sentidos: cada alma es atormentada de modo tremendo e indescriptible con lo que ha pecado.

Hay horribles calabozos, abismos de tormentos donde un tormento se diferencia del otro.

Habria muerto a la vista de aquellas terribles torturas, si no me hubiera sostenido la omnipotencia de Dios.

Que el pecador sepa: con el sentido que peca, con ese será atormentado por toda la eternidad. Lo escribo por orden de Dios para que ningun alma se excuse [diciendo] que el infierno no existe o que nadie estuvo alli ni sabe cómo es.


página del diario real
Yo, Sor Faustina, por orden de Dios, estuve en los abismos del infierno para hablar a las almas y dar testimonio de que el infierno existe.

Ahora no puedo hablar de ello, tengo, la orden de dejarlo por escrito.

Los demonios me tenian un gran odio, pero por orden de Dios tuvieron que obedecerme.

Lo que he escrito es una debil sombra de las cosas que he visto.

He observado una cosa: la mayor parte de las almas que alli estan son las que no creian que el infierno existe.

Cuando volvi en mi no pude reponerme del espanto, qué terriblemente sufren alli las almas.

Por eso ruego con mas ardor todavía por la conversión de los pecadores, invoco incesantemente la misericordia de Dios para ellos.

 Oh Jesús mio, prefiero agonizar en los mas grandes tormentos hasta el fin del mundo, que ofenderte con el menor pecado." (D. 741)

sábado, 31 de agosto de 2013

Hay sufrimientos espirituales mayores a los dolores físicos



"Nadie comprenderá ni entenderá mis tormentos, ni yo lograré describirlos, ni puede haber otro sufrimiento mayor que éste.

Los tormentos de los mártires no son mayores, ya que en tales momentos la muerte sería para mi un alivio y no sé con qué comparar estos sufrimientos, esta interminable agonía del alma." (D. 1116)

sábado, 25 de mayo de 2013

Pedir a Dios el conocimiento de nuestra fragilidad para apoyarnos siempre en El




"En aquel momento vi a Jesús de Cuyo Corazón salían los dos mismo rayos y me envolvieron toda. En  aquel mismo instante desaparecieron mis tormentos.

Hija Mía, dijo el Señor, has de saber que lo que  has pasado ahora, es lo que eres por ti misma; y sólo por fuerza de Mi gracia eres participe de la  vida eterna y de todos los dones que te concedo generosamente. 

Y con estas palabras del Señor ha  venido un verdadero conocimiento de mi misma. Jesús me enseña una humildad profunda y al mismo tiempo una confianza absoluta en Él.

Mi corazón está reducido a cenizas, a polvo y aunque toda la gente  me despreciara, lo consideraría una gracia también. Siento y estoy profundamente convencida de  ser una nulidad, de que las verdaderas humillaciones serán mi alivio" (D. 1559)

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Tinieblas y tentaciones


"Mi mente estaba extrañamente obscurecida, ninguna verdad me parecía clara. Cuando me hablaban de Dios, mi corazón era como una roca. No lograba sacar del corazón ni un solo sentimiento de amor hacia Él.

Cuando con un acto de voluntad trataba de permanecer junto a Dios, experimentaba grandes tormentos y me parecía que con ello causaba una ira mayor de Dios. No podía absolutamente meditar tal y como meditaba anteriormente. Sentía un gran vacío en mi alma y no conseguía llenarlo con nada.

Empecé a sentir el hambre y el anhelo de Dios, pero veía toda mi impotencia. Trataba de leer despacio, frase por frase y meditar del mismo modo, pero fue en vano. No comprendía nada de lo que leía. Delante de los ojos de mi alma estaba constantemente todo el abismo de mi miseria.

Cuando iba a la capilla por algunos ejercicios espirituales, siempre experimentaba aun más tormentos y tentaciones. A veces, durante toda la Santa Misa luchaba con los pensamientos blasfemos que trataban de salir de mis labios. Sentía aversión por los santos sacramentos. Me parecía que no sacaba ninguno de los beneficios que los santos sacramentos ofrecen. Me acercaba [a ellos] solamente por obediencia al confesor y esa ciega obediencia era para mi el único camino que debía seguir y [mi] tabla de salvación.

Cuando el sacerdote me explico que ésas eran las pruebas enviadas por Dios y que, “con el estado en que te encuentras no sólo no ofendes a Dios, sino que le agradas mucho,  es una señal que Dios te ama inmensamente y que confía en ti, porque te visita con estas pruebas.” No obstante esas palabras no me consolaron, me parecía que no se referían en nada a mí.

Una cosa me extrañaba. A veces cuando sufría enormemente, en el momento de acercarme a la confesión, de repente todos estos terribles tormentos cesaban; pero cuando me alejaba de la rejilla, todos esos tormentos volvían a golpearme [con] mayor furia. Entonces me postraba delante del Santísimo sacramento y repetía esas palabras: Aunque me mates, yo confiaré en Ti. Me parecía que agonizaba en aquellos dolores.

El pensamiento que más me atormentaba era que yo era rechazada por Dios. Luego venían otros pensamientos: ¿Para qué empeñarme en las virtudes y en buenas obras? ¿Para qué mortificarme y anonadarme? ¿Para qué hacer votos? ¿Para qué rezar? ¿Para qué sacrificarme e inmolarme? ¿Para qué ofrecerme como victima en cada paso? ¿Para qué, si ya soy rechazada por Dios? ¿Para qué estos esfuerzos? Y aquí solamente Dios sabe lo que ocurría en mi corazón.

"Terriblemente atormentada por estos sufrimientos entré en la capilla y de la profundidad de mi alma dije estas palabras: Haz conmigo, Jesús, lo que Te plazca. Yo Te adoraré en todas partes. Y que se haga en mí Tu voluntad, oh Señor y Dios mío, y yo glorificaré Tu infinita misericordia. Después de este acto de sumisión cesaron estos terribles tormentos.

De repente vi. a Jesús que me dijo: Yo estoy siempre en tu corazón. Un gozo inconcebible inundó mi alma y [llenó] de gran amor de Dios que inflamó mi pobre corazón. Veo que Dios nunca permite [sufrimientos] por encima de lo que podemos soportar.

Oh, no temo nada; si manda al alma grandes tribulaciones, la sostiene con una gracia aun mayor, aunque no la notamos para nada. Un solo acto de confianza en tal momento da más gloria a Dios que muchas horas pasadas en el gozo de consolaciones durante la oración. Ahora veo que si Dios quiere mantener a un alma en la oscuridad, no la iluminará ningún libro ni confesor." (D. 77-78)

La prueba espiritual más dura: el abandono y la desesperación (3/3)



"Después de un largo momento, al entrar en la celda una de las hermanas me encontró casi muerta. Se asustó y fue a la Maestra que en virtud de la santa obediencia me ordenó levantarme del suelo y en seguida sentí las fuerzas físicas, y me levanté del suelo temblando toda.

La Maestra se dio cuenta inmediatamente del estado de mi alma, me habló de la inconcebible misericordia de Dios y dijo: No se preocupe por nada, hermana, se lo ordeno en virtud de la santa obediencia. Y continuó: Ahora veo que Dios la llama a una gran santidad, el Señor la desea tener cerca de sí, permitiendo estas cosas, tan pronto. Sea fiel a Dios, hermana, porque esto es una señal de que la quiere tener en lo alto del cielo. Pero yo no entendí nada de estas palabras."

"Al entrar en la capilla, sentí como si todo se hubiera alejado de mi alma; como si yo hubiera salido recientemente de la mano de Dios, sentí que mi alma era intangible, que yo era una niña pequeña. De repente vi interiormente al Señor quien me dijo: No tengas miedo, hija Mia, Yo estoy contigo. En aquel mismo momento desaparecieron todas las tinieblas y los tormentos, los sentidos [fueron] inundados de una alegría inconcebible, las facultades del alma coladas de luz."

"Quiero decir también que, aunque mi alma ya estaba bajo los rayos de su amor, no obstante, las huellas del suplicio soportado quedaron en mi cuerpo dos días más. El rostro pálido como de una muerta y los ojos inyectados de sangre. Solo Jesús sabe lo que sufrí. Comparado con la realidad, es pálido lo que he escrito. No sé expresarlo, me parece que he vuelto del mas allá. Siento aversión a todo lo que esta creado. Me
abrazo al Corazón de Dios, como el niño recién nacido al pecho de su madre. Miro todo con ojos distintos. Estoy consciente de lo que el Señor ha hecho en mi alma con una palabra; de esto vivo. El recuerdo del martirio sufrido me da escalofríos. No hubiera creído que es posible sufrir tanto si yo mismo no lo hubiera pasado. Es un sufrimiento totalmente espiritual."

"Sin embargo, en todos estos sufrimientos y combates no abandoné la Santa Comunión. Cuando me pareció que no debía recibirla, entonces iba a ver a la Maestra y le decía que no podía ir a la Santa Comunión, que me parecía que no debía recibirla. Sin embargo ella no me permitía abandonar la Santa Comunión; y yo iba a recibirla, y me daba cuenta de que solo la obediencia me había salvado. La Maestra misma me dijo después que “estas experiencias habían pasado pronto solamente porque usted, hermana, fue obediente. [Fue por] el poder de la obediencia que usted pasó tan valientemente [la prueba].” Es verdad que el Señor mismo me liberó de este suplicio, pero la fidelidad a la obediencia le agradó.

Aunque estas cosas son espantosas, no obstante ningún alma debería asustarse demasiado, porque Dios nunca da por encima de lo que podemos soportar. Y por otra parte, quizás nunca nos dé a nosotros suplicios semejantes, y lo escribo porque si el Señor quiere llevar un alma a través de tales sufrimientos, que no tenga miedo, sino que sea fiel a Dios en todo lo que depende de ella. Dios no hará daño al alma,
porque es el Amor Mismo y por este amor inconcebible la llamó a la existencia. Pero cuando yo me encontraba angustiada, no lo comprendía." (Diario 102 - 106)

La prueba espiritual más dura: el abandono y la desesperación (2/3)


"Ahora ya empiezo a sentir la falta de las fuerzas físicas y ya no llego a cumplir las tareas.

Ya no puedo ocultar los sufrimientos: aunque no digo ni una palabra de lo que sufro, no obstante el dolor que se refleja en mi rostro, me delata y la Superiora ha dicho que las hermanas vienen a ella y le dicen que cuando me ven en la capilla, sienten compasión por mi, tan espantoso es el aspecto que tengo. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, el alma no es capaz de ocultar este sufrimiento".

"Jesús, solo Tú sabes como el alma gime en estos tormentos, sumergida en la oscuridad, y con todo eso tiene hambre y sed de Dios, como los labios quemados [tienen sed] del agua. Muere y aridece; muere de una muerte sin morir, es decir no puede morir.
Sus esfuerzos son nada; está bajo una mano poderosa.  Ahora su alma pasa bajo el poder del Justo. Cesan todas las tentaciones externas, calla todo lo que la rodea, como un moribundo, pierde la percepción de lo que tiene alrededor, toda su alma está recogida bajo el poder del justo y tres veces santo Dios. Rechazada por la eternidad.

Este es el momento supremo y solamente Dios puede someter un alma a tal prueba, porque sólo Él sabe que el alma es capaz de soportarla. Cuando el alma ha sido compenetrada totalmente por este fuego infernal, cae en la desesperación. Mi alma experimentó este momento cuando estaba sola en la celda.

Cuando el alma comenzó a hundirse en la desesperación, sentí que estaba llegando mi agonía, entonces cogí un pequeño crucifijo y lo estreché fuertemente en la mano; sentí que mi cuerpo iba a separarse del alma y aunque deseaba ir a las Superioras, no tenía ya las fuerzas físicas, pronuncié las ultimas palabras, confío en Tu misericordia, y me pareció que había impulsado a Dios a una ira aun mayor, y me hundí en la desesperación, y solamente de vez en cuando de mi alma irrumpía un gemido doloroso, un gemido sin consuelo. El alma en la agonía. Y me parecía que ya me quedaría en ese estado, porque no habría salido de él con mis propias fuerzas.

Cada recuerdo de Dios es un mar indescriptible de tormentos, y sin embargo hay algo en el alma que anhela fervientemente a Dios, pero a ella le parece que es solamente para que sufra mas. El recuerdo del amor con el que Dios la rodeaba antes, es para ella un tormento nuevo. Su mirada la traspasa por completo y todo ha sido quemado por ella en su alma. (D. 100-101)