"La Humanidad no encontrará la paz hasta que no se vuelva con confianza a mi Misericordia" (Diario de Sor Faustina, 300)

domingo, 3 de noviembre de 2013

Me alegré de poder sufrir para Dios



"En víspera de exponer la imagen fui con nuestra Madre Superiora a ver a nuestro confesor. Cuando en la conversación fue abordado el tema de esta imagen, el confesor pidió que una de las hermanas ayudara a trenzar guirnaldas. 

La Madre Superiora dijo que Sor Faustina ayudaría. Eso me alegró muchísimo. Cuando regresamos a casa me dediqué en seguida a preparar los ramos verdes y con ayuda de una de las alumnas los transportamos. 

Ayudó también una persona que trabaja cerca de la iglesia. A las siete de la tarde estaba ya todo listo, la imagen estaba ya colgada; sin embargo algunas señoras notaron que yo iba y venía por allí, ya que seguramente más estorbaba que ayudaba, pues al día siguiente preguntaron a las hermanas ¿qué cosa era aquella bella imagen y qué significado tenia? 

Ustedes, hermanas, lo sabrán seguramente, porque ayer una de las hermanas la adornaba. Las hermanas muy sorprendidas porque no sabían nada, todas quisieron verla y en seguida sospecharon de mí. Decían: Sor Faustina lo sabrá seguramente todo. 

Cuando empezaron a preguntarme, callaba, porque no pude decir la verdad. Mi silencio incitó su curiosidad; redoblé mi vigilancia para no mentir ni decir la verdad, porque no tenía permiso. 

Entonces empezaron a mostrarme su descontento y reprocharme abiertamente: ¿Cómo es posible que la gente de fuera lo sepa y nosotras no? Empezaron diferentes juicios sobre mí. 

Sufrí mucho durante tres días, pero una extraña fuerza entró en mi alma. Me alegré de poder sufrir para Dios y para las almas que habían obtenido su misericordia en esos días. 

Al ver tantas almas que habían obtenido la misericordia de Dios en esos días, considero nada las fatigas y el sufrimiento aunque sean las más grandes y aunque duren hasta el fin del mundo, porque ellos tienen limite mientras las almas que se han convertido [son salvadas] de los tormentos que nunca tienen fin. 

Experimentaba un gran gozo viendo a otros que volvía a la fuente de la felicidad, al seno de la Divina Misericordia. "  (D. 421)

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