"Terminada la confesión, mi espíritu se sumergió en
Dios y permanecí orando durante tres horas, y me parecieron unos pocos minutos.
Desde entonces no pongo obstáculos a la gracia que obra en mi alma.
Jesús sabíaa
por que yo tenia miedo de tratar con Él, y no se ofendía en absoluto.
Desde el momento en que el Padre me aseguró que no se trataba de ningunas
ilusiones, sino de la gracia de Dios, trato de ser fiel a Dios en todo.
Ahora
veo que son pocos los sacerdotes que comprenden toda la profundidad de la
acción de Dios en el alma. Desde aquel momento tengo las alas desatadas para el
vuelo y deseo volar hacia el ardor mismo del sol.
Mi vuelo no se detendrá
hasta que no descanse en Él por la eternidad. Si volamos muy alto, toda la
oscuridad, la niebla y las nubes las tenemos debajo de los pies y toda la parte
sensitiva de nuestro ser tiene que someterse al espíritu."
(D. 234)
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